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Como también somos restauracionistas, y aspiramos a la vindicación de las aristocracias, también tenemos heráldica; que como es lógico, tiene que ver con la obsesión con la Orden de Predicadores, que de mendicante no tiene nada. Los pabellones blanco y negro se refieren, como en el origen agustinista (maniqueo), a la relación de sombra y luz; como recordatorio de que todo se compone de anverso y reverso, no de que las cosas son blanco o negro sino que tienen una tendencia siempre, no son universales.

La torre es la Iglesia, hermosa pero levantada sobre la fuerza ridícula del león; por eso es humano, y está en el pabellón negro. El centauro alude a la imagen del Dante (Cristo como un Grifo) reflejando las dos naturalezas del Cristo, que todo lo unifica; por eso está en el pabellón blanco, donde crece el árbol del Paraíso (Paradiso), que todos insisten en identificar con una planta prohibida; juro que fue casualidad, aunque no me molesta, tampoco me fascina, no hace ruido. Los lemas, en latín: "Pulcritude numquam exidit!" es una propuesta sobre el carisma de los dominicos (Que antes de la Inquisición hicieron la Suma teológica) y el de los franciscanos (Que también fueron inquisidores). Los lemas dicen: "La verdad nunca muere" (dom) y "La caridad nunca muere" (fran). El nuestro dice "La belleza nunca muere". El segundo lema es una frase de San Agustín, rescatada por Lezama Lima, y dice "Buscad siempre su rostro", aludiendo al rostro de Dios.

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